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Foto del escritorMariana Escobar

Aleteo A La Eternidad



Jesús, el Cordero de Dios que quita del mundo el pecado, (Jn 1.36)

Se ofreció a sí mismo como sacrificio sin mancha (1 P 1.19)

Para reconciliar con el Padre Eterno al género humano

Y así darnos entrada a su Presencia santa. (2 Co 4:14)

Lo que no podía lograr ninguna obra de nuestras manos

Nos fue ofrecido gratuitamente, por gracia; (Ro 3.24)

Y como regalo inmerecido de Dios, que no buscamos,

Llegó a nosotros la salvación que nuestra alma necesitaba. (Ef 2.8)


¡En la cruz del Calvario nuestro crimen fue pagado

Y anulada la sentencia que nos era contraria! (Col 2.14)


Si queremos salvación, a esa cruz debemos aferrarnos,

Y de manera personal poner en ella nuestra confianza.

Pues no basta conocer el favor que se nos ha otorgado:

Sólo quien responde a él, hallará perdón para sus faltas.

Mas si es un llamado personal que el Señor nos hizo

Que debemos aceptar para acercarnos al trono de la gracia; (Stg 4.16)

¿Cómo podemos, de manera práctica, recibirlo

Y alcanzar así la redención tan anhelada?

Arrepentimiento sincero y fe son el camino,

Así lo ha declarado el Señor en su Palabra (Lc 24.47)

Primero debemos creer en la salvación que Dios ha prometido,

Lo que ha declarado abiertamente en su Palabra: (Jn 5.24)

Que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios Altísimo, (Lc 1.32)

La esperanza por los profetas largamente anunciada (Hch 3.18)

Crucificado por los hombres (Hch 2.36), mas resucitado por Dios mismo (1 Co 15.4)

Para sentarse a su diestra (Hch 7.55) y salvar a la raza humana;

En cuyo solo nombre nuestro Dios nos ha de ser propicio

Para perdonar nuestras culpas y olvidar nuestras fallas (Heb 8.12)


Pues no hay otro nombre bajo el cielo dado al ser humano (Hch 4.12)

Para alcanzar con Dios la eternidad

Ni obra de justicia que limpie nuestro pecado,

Hecha por nuestra mano, o nacida del hombre inmoral

Ha sido un don gratuito que nuestro Dios nos ha regalado

No por merecimiento; ¡de acción alguna nos podemos jactar! (Ef 2.9)

Pues si nuestra justicia pudiese salvarnos,

Del sacrificio de Jesús no tendríamos necesidad

Y nuestro Señor Jesucristo habría muerto en vano (Ga 2.21)

¡Eso jamás lo podríamos afirmar!


Y debemos también de nuestro pecado arrepentirnos

Y abandonar nuestra pasada manera de actuar

Sabiendo que con ella a Dios hemos ofendido (Sal 51.3-4)

Y que en la Presencia del Señor no puede habitar el mal; (Sal 5.4)

Pues no hemos de ser reconciliados con el Dios vivo

Recto en sus caminos, aborrecedor de la maldad (Pr 6.16, 18)

Para seguir viviendo en nuestros pecados y delitos (Ef 2.1)

Fuimos llamados a vivir en santidad (1 Ts 4.7)


Él nos hace el llamado, por medio de su Hijo:

“El que no se arrepienta, perecerá” (Lc 13.3)


Por eso debemos reconocer las culpas cometidas

Nuestra rebelión, nuestra iniquidad (Jer 3.13)

Y limpiarnos de nuestras obras de injusticia (Is 1.16)

Desde nuestros pensamientos, hasta nuestro accionar

Y así el Señor borrará todas nuestras obras impías (Hch 3.19)

Pues es Dios generoso para perdonar, (Is 55.7)

Sepultará en el olvido nuestra pasada vida

Y echará nuestros pecados a lo profundo del mar (Mi 7.19)


Si confiamos que la obra de nuestro Señor Jesucristo

Fue dádiva suficiente por nuestra redención entregada,

Y nos volvemos al Señor, apartándonos del mal camino, (Is 55.7)

Para vivir en rectitud, como a Él le agrada (Hch 10.35)

Recibiremos la vida eterna que en su amor nos ha ofrecido

Y alcanzaremos misericordia por todas nuestras faltas,

Pues Dios no desprecia un corazón humillado y contrito (Sal 51.17)

Ni echa fuera a quien le busca, o sin piedad le rechaza (Jn 6.37)


Y aunque nuestros pecados tiñan nuestras ropas de escarlata

Como la nieve serán emblanquecidos

Y se tornarán puros como la lana (Is 1.18)

Pues el Señor lava con su sangre nuestros vestidos (Ap 7.14)

Nuestros ojos han de verlo, ¡su salvación no tarda!

Nuestro Dios es fiel, y así lo ha prometido.


Nunca ve su esperanza defraudada

Quien confía en el Dios de los Siglos

Y en la obra de redención efectuada

Por nuestro Salvador, el Cristo…



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