Cerraste los ojos,
Para abrir la mirada
Donde reina el silencio,
En pétrea morada
Y caen tus pétalos de seda,
Como flor deshojada,
Salpicada del rocío
De mis copiosas lágrimas
Que fluyen, como el Estigia
De mi faz a tu frente pálida;
Anegando, en mi tristeza,
Tu lecho de concha nácar
Te has ido,
Y mi voz ya no te alcanza;
Tu cuerpo se entrega al frío,
Donde mi llama no te abraz(s)a
Cual Perséfone en agonía,
Entre semillas de granada,
Que al Hades se ha llevado
La primavera de mi esperanza
Hoy tu cruz me abre los brazos,
Pero no puedo estrecharla;
Y me besa la mejilla
(Como antaño tú lo hacías)
Tu nombre en piedra tallada.
Hermoso poema Mariana, tan bello que ese lugar de descanso que nombras, pasajero o eterno, no duele como toda ausencia que se nos incrusta en el alma. Porque lo dices al comienzo: "Cerraste los ojos para abrir la mirada". Debería ser así en vida mucho más que en muerte(s), para poder llegar a donde los ojos por sí no llegan. Suelo cerrarlos cuando deseo llegar aún más lejos; sólo haciéndolo puedo. Aunque no esté tallado mi nombre, aún, en la piedra que teme ser abra(s)(z) por azul profundo del olvido. Y como verás, aquí he llegado. Flores para vos desde mi cortejo en tiempo futuro incierto e imperfecto.
¡Hola, María, siempre un placer saludarte! Gracias por estar siempre pendiente, eso me llena el corazón de gratitud y felicidad. En melancolía, o dolor, o tristeza, contar con el cariño de personas como tú, alegra cualquier poema. ¡Un fuerte abrazo! 🤗🤗🤗🤗🤗🤗🤗🤗🤗
Estaba con el correo y me llegó tu entrada.Un poema que deja la sangre congelada de desesperación por la pérdida del amado.Es muy bello y tu lo cuentas fenomenal, un placer inmenso leerte Mariana,feliz tarde,un abrazo